El estrés es un estado presente en la mayoría de las personas que conocemos, incluso en nosotros mismos. Para algunos se trata tan sólo de una situación momentánea, que cuando el entorno que lo genera cambia, éste se detiene. En casos más graves el estrés está cronificado, hasta tal punto que forma parte de la personalidad del individuo.
La osteopatía también se interesa por minimizar este grado de estrés a través de diferentes técnicas. A través del enfoque osteopático se define como “el síndrome de adaptación general” y fue descrito por Hans Selye en 1950.
Este autor determina, como a lo largo de la historia del ser humano, el estrés ha sido una respuesta coordinada y global de nuestro organismo esencial para la supervivencia.
Esta reacción era una respuesta automática a una necesidad que se nos planteaba en un medio más inhóspito y peligroso como podía ser la selva.
Podemos imaginar a nuestros antepasados realizando tareas propias: de recolección, cultivo, descanso… en cualquier momento podía aparecer un depredador dispuesto a iniciar su “almuerzo”. Ante este estímulo el organismo de éste ser humano, en cuestión de milisegundos era capaz de movilizar una gran cantidad de energía que le permitía luchar o huir: se le aceleraba el corazón y la respiración, la sangre se iba acumulando en los músculos, se adecuaba su visión a larga distancia (midriasis)…En fin este “estrés” le permitía sobrevivir a una situación peligrosa. Una vez que el peligro había pasado, “nuestro hombre” podía volver a su cueva y recuperarse durante unos días del sobreesfuerzo realizado.
¿Qué ocurre en nuestro tiempo?
Hoy en día, por las calles es poco probable que encontremos un depredador como los de antaño, pero sí que nos encontramos con situaciones que generan un fuerte estado de alerta. Ante estas situaciones, nuestro organismo se anticipa (como si de un león se tratara) y mantiene una energía “retenida” (acelera la reparación y el corazón, mantiene en tensión nuestros músculos… esperando una posible huida o lucha). Esta tensión permanecerá así todo el día incluso cuando dormimos, lo que supone un consumo de energía continuo, igual que un vehículo que tiene el motor en funcionamiento y no se mueve.
Como no expresamos esa actividad de lucha o huida, esa segunda fase de recuperación en nuestra “cueva” no se lleva a cabo, por lo que el organismo permanece con una tensión mantenida y cada vez más agotado.
Esa ansiedad o estrés constante puede derivar en otras dolencias de tipo físico y psicológico. Detectarla a tiempo y evitar que genere este tipo de dolencias, es uno de los campos de actuación que atendemos en nuestra consulta de Fisioterapia y Osteopatía en Mairena del Aljarafe.